No hay productos en el carrito.
En la sala de partos siempre hay un instante silencioso: antes de cortar, madre y bebé ya respiran por su cuenta, pero siguen unidos. El cordón nutrió, salvó, contuvo. También, si no se corta, impide vivir. En la empresa familiar pasa algo parecido. Ese cordón —hecho de amor, sacrificio y apellido— protege… y, a veces, asfixia. Este texto es una carta para ambos lados: para quien fundó y para quien quiere continuar, con una pregunta de fondo: ¿cómo se corta con cariño para que nadie se rompa y la empresa crezca? Tres escenas que he visto (y quizá te resuenen) Escena 1: El abrazo que no sueltaEl fundador llega primero y se va al final. Revisa todo. “No te preocupes, yo firmo”. El hijo aprende… que siempre habrá red. Avanza con paso corto, porque alguien le sostiene la mano. Escena 2: El hijo que no pide tijerasSabe que tiene ideas, pero antes de hablar mira la silla del fundador. “¿Le gustará?”. Postergan decisiones, se vuelven expertos en pedir permiso y en excusarse: “así se ha hecho siempre”. Escena 3: La empresa en pausaLos clientes cambian; la empresa no. Talento externo entra y sale. Proyectos en “piloto” eterno. La sombra del que creó es tan grande que las luces nuevas no encuentran dónde encenderse. ¿Qué nos pasa por dentro? (la parte humana) ¿Y qué le pasa a la empresa? (la parte dura) Cuando el cuidado se vuelve sombra (síntomas finos) Cortar con cariño: un camino práctico en 8 pasos Conversaciones que abren tijeras (guion breve) Dos ejercicios para la familia (10 minutos cada uno) Carta al fundador (escrita por la siguiente generación) Carta al hijo/a (escrita por el fundador) Léanlas en la mesa correcta (familia) y traduzcan acuerdos a la mesa de empresa. Checklist de límites sanos (si marcas 6/8, vas bien) Cierre (desde el corazón y el negocio) El cordón nos salvó al inicio; mantenerlo para siempre nos impide crecer. Cortar no es abandonar: es confiar. Y soltar no es desentenderse: es transformar el tipo de amor que necesita la siguiente etapa. Cuando la familia aprende a querer sin controlar, la empresa respira, los hijos crean, y el legado se multiplica. Si esto te resonó, ¿qué pequeña tijera puedes usar esta semana? Una decisión que ya no sube, una carta que se lee, un rol que se redefine. Ahí empieza todo. Autor: Smart Consultoría